Ni salir de casa

Pues eso es lo que se merece más de uno, no salir ni de casa, porque son como el caballo de Atila, allí por donde pasan no crece la hierba. La diferencia es que Atila no dejaba botellas de plático, envoltorios, botes de aluminio y colillas entre muchas otras cosas.

El jueves lo pude observar en la Albufera de Valencia. Dando un paseo en barca pude observar cómo unas cuantas botellas de agua flotaban entre las zonas de anidamiento. Asimismo existe un pequeño puesto por donde se puede acceder a pie, y tanto la tierra como la orilla estaban llenos de embalajes de comida. Lamentable.

Lo mismo he podido observar hoy en Arañuel, un pequeño pueblo de Castellón por donde pasa el río Mijares. No ha sido difícil encontrar un bote de cerveza en un pequeño nacimiento de agua y diferentes productos de plástico flotando por el río o tirados por el lugar.

Pero lo que realmente me preocupa es que se estén poniendo de moda los viajes a la Antártida ¿Pero hasta dónde queremos llegar?¿Nos hemos vuelto locos? Claro que, al de la agencia le importa un pimiento ir acompañado de un guarro, lo que quiere es ganar dinero independientemente de que en breve, en uno de los últimos santuarios del planeta, ballenas y pingüinos se muevan entre colillas y botes de Coca-Cola.